Afortunadamente Dios, afortunadamente para ti, no existes.
Se te hubiera mezclado en este horrendo asunto si existieras. Grande era el riesgo: te habrían juzgado en Nüremberg como criminal de guerra, con otras inocentes y alemanas criaturas tuyas, y como el principal entre los delincuentes, el lobo entre los lobos.
Sólo el Papa Pío XII (siempre piadoso como su apelativo), confabulado tiernamente con los nazis, por purísisma bondad seguramente, y dulcemente aliado con las peores causas, te hubiera defendido.
¡Las que hubieras pasado!
Habrías -estoy íntimamente persuadido- abjurado de la filosofía tomista y ostentado tu cartel del partido comunista antes oculto, y hubieras creado en Auschwitz una suntuosa cámara de gases, con otra cruz enmedio, para autoejecutarte y autocrucificarte solo frente al mundo con tu estrella infamante de judía colgada al cuello.
Qué repise de Gólgota Dios mío.
Qué colofón al nuevo Testamento.
Sólo es un bello sueño, pero de buena gana yo habría puesto el puño y el pulgar hacia abajo en tu presencia, porque aún no existiendo eres el verdadero responsable, y exactamente por eso -creo que algún ruso lo dijo- porque tu haz cometido la vileza espantosa de no existir, todo está permitido.
(Eduardo Lizalde, México 1929)
1 de junio de 2007
Carta urgente al creador del universo.
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2 comentarios:
La poesía da para mucho, hasta para negar existencias de seres divinos y otros no tanto. Lamentablemente para Elizalde, el sí ya dejó de existir y su no existencia no es para nada poética.
Antes que nada una disculpa por el evidente error que cometí cuando publiqué este escrito, el autor no es Eduardo Elizalde, sino Eduardo Lizalde. Ya está corregido, pero para quienes leyeron el error, una disculpa.
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