Schopenhauer reflexionó incansablemente sobre la física y la metafísica del hombre y otros animales. En la Universidad Nacional Autónoma de México hay una facultad de filosofía y una de ciencias. A los filósofos y a los científicos en nuestro país los evalúan diferentes comisiones dictaminadoras del Sistema Nacional de Investigadores. Los filósofos leen sus conferencias, las científcos usan diapositivas; unos reflexionan sobre cualquier asunto con temor a ser sepultadospor sus colegas, mientras que los otros son prisioneros de la realidad natural y más bien se cuidan de no especular allende sus fronteras, esto es, de filosofar.
Unos producen nociones sustituibles, otros dialogan consigo mismos y con la historia. El científico pregunta e induce experimentalmente las respuestas, el filósofo cuestiona y genera razonablementesus fiables conceptos. Se dice pues, que la ciencia y la filosofía son ámbitos diferentes.
El drama, dice Popper, de un científico que gustaba de filosofar es la infinita ignorancia que iguala a todos. Pero no paraliza, al contrario, mueve a experimentar, a ensayar, a reflexionar, a conocer. Con base en esto podemos decir que científicos y filósofos se mueven entre el saber y la ignorancia, madre inseparable de ambos. Ciencia y filosofía están unidas por el escepticismo, dudan de todo, cuestionan todo porque ambas intentan descubrir lo que cada una llama verdad.
También tienene un mismo deseo, "dar reposo y contentamiento, y no disgusto y aflicción", a lo que aspiró Bacon, uno de los nuevos filósofos, hoy lo llamaríamos científico. Sir Peter B. Medawar decía con insistencia que los hombres de ciencia y los de filosofía intentan hacer del mundo un sitio mejor para vivir al eliminar las supersticiones, los prejuicios y los miedos. La ciencia tiene explicaciones para los terremotos, huracanes, explosiones volcánicas y la visión de los gatos; nos revela la etiología de las enferemdades y a veces las cura; nos enseña, en fin, que la causa de los fenómnos naturales reside precisamente en la naturaleza. La filosofía nos anuncia que vale la pena vivir alegremente y nos propone algunas maneras de hacerlo; le apetece indicarnos cómo enfrentar nuestros dolores y sufrimientos y nos invita a pensar la vida, sin prisa, pero sin pausa, movidos por el asombro.
Las palabras filósofo y científico tienen 2500 y 160 años de edad respectivamente. Hay una que designa el razonar examinado, filosofar. Pero no decimos "cientizar" cuando nos referimos a la actividad creadora del científico. Lo más cercano, y falso, sería "hacer ciencia". Tal vez podríamos decir "filosofar sobre ciencia" o "filosofar científicamente", así confirmaríamos su inseparabilidad. Como quiera que se llame, esto es precisamente los que algunos científicos contemporáneos hace cuando, sin saberlo, comprueban experimentalmente algunas ideas de Spinoza, Kant y Schopenhauer. Aquí se comprueba que la palabra no es fortuita, sino que viene detrás de aquél "se dice que ciencia y filosofía son dos ámbitos diferentes" mencionando anteriormente. Al mismo tiempo se quiere ver a esos filósofos como sientíficos y se propone analizar sus ideas a la luz de la neurociencia moderna, especialmente la relación entre emociones y conciencia. Esto último, además de prometer ser un gran ejercicio, quizá pruebe nuevamente que algunas verdades llamadas científicas están ahí, teorizadas desde hace varios siglos.
(La ciencia platicadita, Colección Algarabía, Ed. Otras Inquisiciones, México, 2008)