26 de noviembre de 2008

WWE Divas


Últimamente me ha gustado ve la lucha libre por televisión. Pero no cualquier lucha, sino la de las mujeres de la WWE.

Parece increible que mujeres como ésta, sean feroces luchadoras.












Una probadita de estas mujeres que cada semana cumplen las fantasías de millones de espectadores.










23 de noviembre de 2008

Tu voz...

Hoy escuché tu voz… aunque fuera por breves segundos… aunque no fuera a mí a quien buscabas… aunque fuera por el auricular del teléfono de por medio...


Escuché tu saludo gentil, con la pregunta protocolaria ¿cómo estás?


Sé que no significaba nada más que un cordial intento de iniciar una conversación, sin embargo la emoción me invadió… no me gusta cuando un sentimiento me traiciona… pero qué puedo hacer…


Tu voz… es lo único que resuena en mi mente…

19 de noviembre de 2008

Psiquiatras, psicólogos y otros enfermos

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Graffiti urbano

No tengo nada en contra de los psicólogos o psiquiatras, ellos hacen su trabajo, pero a veces suelen meterse donde no les llaman con la buena intensión de “ayudar” a las personas.


Tuve dos experiencias desagradables con dos psicolocas cuando era una adolescente confundida. Fui a visitarlas más por obligación que por mi propia voluntad. Ambas me preguntaron cosas de mi infancia, la relación con mis padres –en especial con mi madre-, me pusieron a hacer dibujitos de cualquier estupidez y llegaron a la conclusión de que poseo una formidable colección de trastornos producto de la relación conflictiva con mi madre y que necesitaba terapia con urgencia. Las madres siempre son las culpables de los traumas de los hijos. Por eso no tengo hijos.


En ambas ocasiones me quedé con la impresión de que estas psicolocas eran un poco sádicas y disfrutaban con hacerme sentir miserable. Desde ese momento decidí que nunca jamás en la vida caería en las garras de algún psiquiatra o psicólogo.


Claro, años después me tuve que tragar mis palabras


Comencé mi terapia con un psicólogo que resultó ser muy diferente de las dos locas anteriores, mucho más alivianado y que no sólo me recalca los defectos, sino también las virtudes que rara vez veo en mi personalidad.


Fue así como caí en manos de la psicología, aunque en mi caso, fui yo quien la buscó, no como el protagonista de Psiquiatras, psicólogos y otros enfermos. Rodrigo, el personaje principal de la novela, es un hombre que lo tiene todo: una esposa e hijos maravillosos, unos padres que lo quieren, un buen puesto en la empresa familiar, una casa con piscina y hasta un gato que ladra… podría decirse que es feliz, hasta que en el cumpleaños de su hijo, su cuñado –que casualmente es psiquiatra- le detecta fobia a los botones de la ropa y parafasia.


Unos días después el esposo de su hermana le redacta un informe sobre lo que podría sucederle si no se atiende a tiempo. Como persona sensata, Rodrigo decide buscar una segunda opinión con una psicóloga. Ella le hace ver al paciente que no es feliz aunque tenga la falsa ilusión de que sí lo es agregando, con esto, otro trauma al protagonista que comienza a cuestionarse sobre cosas que nunca en la vida se había preguntado.


A raíz de ahí comienza su calvario cuando visita a una infinidad de psicólogos y psiquiatras que sólo le recetan medicamentos para calmar los nervios que ellos mismos le producen.


Su hermana se divorcia del psiquiatra y éste recomienda a Rodrigo que acuda con otro colega para que le ayude con su fobia a los botones y su parafasia. El recomendado del cuñado resulta ser un hombre sumamente nervioso que transmite todo menos tranquilidad, que pretende ayudar a las personas de trastornos que él mismo padece (también el psiquiatra es parafásico) y refleja en ellos los temores que atormentan su alma como el miedo a la muerte. Esta escena es realmente memorable en el libro puesto que mientras charlan y comen pescado en un restaurante, el psiquiatra se suelta a llorar a moco tendido enfrente del paciente.


Es una novela muy simplona y muy divertida, escrita en un lenguaje muy sencillo (expresiones coloquiales de España, puesto que el autor es madrileño) sin mayores méritos que parodiar a esos extraños personajes discípulos de Freud y entretener al lector.


Les dejo este link para que lean las primeras páginas de la obra.


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Psiquiatras, psicólogos y otros enfermos
Rodrigo Muñoz Avia
Ed. Alfaguara

14 de noviembre de 2008

Philippe Candeloro

Philippe Candeloro


Hace 10 años, mi madre sufrió un accidente que la dejó en cama por 7 meses. Como no tenía mucho que hacer puesto que no podía moverse, comenzó a desarrollar una extraña afición por las telenovelas y los programas deportivos.

Mi pasión deportiva siempre ha sido por el fútbol americano y el patinaje artístico (no practico ninguno de los dos, pero me gusta verlos). Recuerdo que en el 98 hubo unos juegos olímpicos de invierno en Nagano, Japón y como mi madre estaba convaleciente, pues nos aventamos casi todas las olimpiadas aplastadas en la cama (mi madre por enfermedad, yo por güeva), tragando palomitas y galletas con chocochips.

De esas olimpiadas invernales lo que más recuerdo es a un patinador francés llamado Philippe Candeloro imitando a D'Artagnan que ganó la medalla de bronce. Esta es la rutina con la que ganó ese año



Estas son otras de sus rutinas basadas en películas de Hollywood

Braveheart



George of the Jungle



Saturday Night Fever



Matrix



A Nightmare on Elm Street



Wild Wild West




11 de noviembre de 2008

Soy...

Este es un ejercicio terapéutico que una amiga psicóloga me recomendó.

Se supone que todos tenemos una concepción muy particular de lo que somos o creemos ser, hay ciertas cacarcteristicas que nos definen como personas, sin embargo no existe nadie en el mundo que sea 100% como cree ser, y en algunas ocasiones somos lo opuesto de lo que predicamos.

Este ejercicio ayuda a que uno pueda identificar las situaciones exactas en las que es lo opuesto de lo que dice ser, o ayudar a encontrar un equilibrio en la personalidad.

Bueno, he aquí mi lista de lo opuesto a lo que soy



7 de noviembre de 2008

7 libros

Odio los memes, me fastidian, me revienta el hígado tener que estar contestando un montón de preguntas absurdas como los chismógrafos de la secundaria…

Pero en este caso haré una excepción. Este meme lo tomé del blog de Blas, y como me pareció interesante, decidí responderlo. El único problema fue seleccionar sólo 7 libros, después de pensarlo detalladamente, este es el resultado.

1.- El Quijote. No por nada es el segundo libro más leído en la historia de la humanidad, después de la Biblia, y un clásico de la literatura universal.


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2.- Diálogos, de Platón. Con este libro descubrí la filosofía, es una buena manera de acercarse al pensamiento de los antiguos griegos y de comenzar a formarse un criterio propio.


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3.- Más Platón y menos Prozac, de Lou Marinoff. Para quienes crean que la filosofía no sirve para nada, este libro les enseñará que no es así. Fue justo por este libro por lo que decidí estudiar Filosofía en la Universidad.


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4.- Réquiem por un suicida, de René Avilés Fabila. Es de mis favoritos por tratar el tema del suicidio de una manera diferente. No es un libro para todo público.


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5.- El mito de Sísifo, de Albert Camus. “No hay sino un problema filosófico realmente serio: el suicidio. Juzgar si la vida vale o no la pena ser vivida equivale a responder a la cuestión fundamental de la filosofía”


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6.- La seducción de las palabras, de Alex Grijelmo. Este libro me abrió los ojos respecto a todos esos recursos seductores pero engañosos que utilizan los publicistas y los políticos para manipular nuestra manera de pensar.


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7.- El Anticristo, de Nietzsche. Las consecuencias del cristianismo sobre la historia de la humanidad. Nietzsche cambió mi vida con este libro.


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2 de noviembre de 2008

Muerte ridícula



[...] Nadie piensa nunca que nadie vaya a morir en el momento más inadecuado a pesar de que eso sucede todo el tiempo, y creemos que nadie que no esté previsto habrá de morir junto a nosotros. Muchas veces se ocultan los hechos o las circunstancias: a los vivos y al que se muere -si tiene tiempo de darse cuenta- les avergüenza a menudo la forma de la muerte posible y sus apariencias, también la causa. Una indigestión de marisco, un cigarrillo encendido al entrar en el sueño que prende las sábanas, o peor aún, la lana de una manta; un resbalón en la ducha -la nuca- y el pestillo echado del cuarto de baño, un rayo que parte un árbol de una gran avenida y ese árbol que al caer aplasta o siega la cabeza de un transeúnte, quizá un extranjero; morir en calcetines, o en la peluquería con un gran babero, en un prostíbulo o en el dentista; o comiendo pescado y atravesado por una espina, morir atragantado como los niños cuya madre no está para meterles un dedo y salvarlos; morir a medio afeitar, con una mejilla llena de espuma, la barba ya desigual hasta el fin de los tiempos si nadie repara en ello y por piedad estética termina el trabajo; por no mencionar los momentos más innobles de la existencia, los más recónditos, de los que nunca se habla fuera de la adolescencia porque fuera de ella no hay pretexto, aunque también hay quienes los airean por hacer una gracia que jamás tiene gracia. Pero esa es una muerte horrible, se dice de algunas muertes; pero esa es una muerte ridícula, se dice también, entre carcajadas. Las carcajadas viene porque se habla de un enemigo por fin extinto o de alguien remoto, alguien que nos hizo afrenta o que habita en el pasado desde hace mucho, un emperador romano, un tatarabuelo, o bien alguien poderoso en cuya muerte grotesca se ve sólo la justicia aún vital, aún humana, que en el fondo desearíamos para todo el mundo, incluidos nosotros. Cómo me alegro de esa muerte, cómo la lamento, cómo la celebro. A veces basta para la hilaridad que el muerto sea alguien desconocido, de cuya desgracia inevitablemente risible leemos en los periódicos, pobrecillo, se dice entre risas, la muerte como representación o como espectáculo del que se da noticia, las historias que se cuentan o leen o escuchan percibidas como teatro, hay siempre un grado de irrealidad en aquello de lo que nos enteran, como si nada pasara nunca del todo, ni siquiera lo que nos pasa y no olvidamos [...]

(fragmento de "Mañana en la batalla piensa en mí" de Javier Marías)





Grabados de Guadalupe Posada