Sentados en la calle junto a la vitrina que muestra decoraciones navideñas, la mujer y sus tres niños observan pasar a la gente y estiran las manos para pedir, aunque sea, una moneda de poco valor.
Parejas de jóvenes, familias con sus hijos, personas presurosas iban y venía deteniéndose frente a los aparadores para observar y quizá comprar algún regalo para los parientes y los amigos. Ninguno parecía percatarse de la presencia de la mujer con sus hijos.
Los niños aún eran pequeños, dos a penas estaba aprendiendo a caminar y el menor aún era de brazos, pero ¿quiénes eran ellos en realidad?
Tal vez la mujer es una viuda que depende de la caridad de los demás; tal vez es una campesina, una “prófuga del metate” que creyó que al venir a la ciudad encontraría un mejor nivel de vida; tal vez por circunstancias ajenas a ella, tuvo que abandonar su tierra y emigrar a la jungla de asfalto; tal vez su marido la abandonó; tal vez tuvo que dejarla para irse a “al otro lado“ a vender su “mano de obra“; o tal vez a la mujer sólo no le gusta trabajar. Yo nada más puedo hacer suposiciones, pero no saber la verdad.
La gente pasa de largo, nadie les hace caso, es como si no existieran, como si fueran parte del mobiliario urbano, como un poste o un muro, como algo que sólo está ahí, como un bulto que sólo estorba. La cara de la mujer tiene un semblante de tranquilidad, bendita su ignorancia que no le permite sufrir... quienes acaso se percatan de su presencia, le dicen que no tiene dinero y entran a la tienda para salir después con bolsas llenas de cosas que no necesitan.
¿Por qué están ahí la mujer y sus hijos? Sólo Dios lo sabe. Es como si fueran ornamentos cotidianos, sombras, fantasmas...
(Dolores Garibay)
28 de abril de 2007
Fantasmas urbanos
Temas de todo un poco
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