30 de junio de 2011

El mismo sol



Era un frío día de invierno y el sol de la mañana entraba por todo el ventanal de la sala. Me encontraba en mi sillón de lectura tratando de concentrarme en el libro de filosofía, cuando el gato llegó a sentarse frente a mí tapando la página que estaba leyendo.

–Gato, ¿podrías sentarte en otro lado, por favor?

Acomodó en mis piernas sus patas delanteras y descansó la cabeza en ellas mientras cerraba los ojos dándome a entender que no se movería de ahí.

–Gato, estoy leyendo, sé que hace frío pero hay más sitios donde puedes estar. El sol calienta igual en cualquier parte de la sala.

–No seas ridícula, mujer– ronroneó el gato –aunque digas que es el mismo, el sol calienta mejor sobre tu regazo.

Dolores Garibay

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