
BUGA = HETEROSEXUAL
Mi mujer y yo planeábamos legalizar nuestra unión en Sociedad de Convivencia este 14 de mayo, pero debido a factores burocráticos y a la notable eficiencia de los empleados del gobierno, nos hemos quedado sin fecha… Aparentemente se pospondrá el evento para el día 30 del presente mes del año en curso, pero la hora todavía no nos la proporcionan en la delegación ¬¬
Me siento como si me hubiera dado un infarto cerebral porque estas últimas semanas me dediqué a intentar sacar del clóset a la buga que hay en mí (yo sabía que estaba ahí, en serio, Kensley decía que nadie es 100% heterosexual u homosexual, así que mi buga reprimida tenía que salir aunque me viera en la necesidad de sacarla arrastrando y de los pelos) Por fin salió, aunque no completamente, ni falta hace. He de reconocer que se portó bastante cooperativa aunque me ha hecho la vida –y el hígado- de cuadritos.
Todo lo que quería era que me ayudara con toda esa clase de joterías y buguerías y volviera a su armario después del 14. Pero ahora me arrepiento de haberla sacado de ahí ya que me ha ocasionado una serie de traumas de los que nunca pensé ser víctima.
¡QUÉ COMPLICADAS SON LAS MUJERES, DIOS MÍO!
Trauma 1:
Para el evento decidimos ir de vestido o falda (gran error), medias (grave error), y zapatos de tacón (gravísimo error). Pues al menos yo no tengo ni un pinche vestido o algo que se le parezca entre mi ropa, ni zapatos de esos dizque “formales” que bien le hubieran servido a la Santa Inquisición en la edad media como instrumento de tortura. Mi clóset se compone principalmente de pantalones deportivos, tennis blancos y playeras talla XXXXXXXL que parecen tiendas de campaña pero que, en su mayoría, son recuerdos de mis viajes por diversos lugares de México. En las mañanas nada más agarro un pantalón y una sudadera que combinen, cualquier playera y tennis color blanco estándar para que no me vea como chilaquil, y no me complico la existencia por pendejadas como si tal cosa se ve bien o por creer que no tengo nada que ponerme. Yo digo que soy práctica; mi mamá dice que soy fodonga. Cuestión de perspectivas.
Pues bien, en estas semanas la buga se ha encargado de hacerme ver que mi manera de vestir no es la apropiada, que tengo ropa muy informal y poco femenina, así que me di a la tarea de buscar algo más adecuado siguiendo sus sabios consejos.
Me fue de la chingada, nunca llegamos a un acuerdo y terminábamos peleadas.
Trauma 2:
¡ESTOY GORDA! La verdad es que pocas veces en mi vida me he preocupado por mi talla. Por lo general me importa un rábano pero en esta ocasión, para el evento, la buga me hizo creer que parezco una vaca. Lo peor del caso es que esa creencia quedaba reafirmada cada que visitábamos una tienda de ropa y las únicas tallas que vendían eran para bulímicas y anoréxicas. De las pocas prendas que me llegaban a gustar, no había talla grande, así que debía buscar otra cosa. Cuando por fin encontraba algo que según podía quedarme, a la hora de probármelo, o a la ropa le faltaba tela, o a mí me sobraba cuerpo. Carajo, tengo una percepción errónea de mi fisonomía, yo no me siento tan ancha, pero ya comprobé que sí...
Entonces ella sugirió que debíamos ponernos a dieta… que palabra tan odiosa, pero en fin, había que hacer sacrificios, así que en las últimas semanas me dediqué a comer pasturas y demás hierbas dietéticas, y bailar Zumba. Aunque la buga no estuviera de acuerdo, algunos fines de semana comía lo que se me daba la gana, claro, al lunes siguiente las cosas volvían a la bugués normal propia de esos días. Estuve a punto de sobregirar las tarjetas de crédito encargando esos parches reductivos maravillosos que anuncian en la tele por las madrugadas y con los que puedes bajar 20 kilos en una semana o una mamada así.
Por primera vez en mi vida no me agradaba la imagen que el espejo me devolvía, entre más me miraba, más defectos me encontraba… como cualquier buga promedio. Entré a formar parte de las estadísticas del 98% de mujeres occidentales que están inconformes con su cuerpo. Digo, siempre he sido consciente de que no soy Miss Universo, mi cuerpo no es perfecto, pero es funcional. Fuera de la gastritis, tengo todo completo, no me falta una pierna o un brazo ni tengo limitantes físicas que me impidan desenvolverme con libertad en mi vida cotidiana.
Trauma 3:
Me hice a la idea de que en una semana no iba a perder todo el peso que en años he acumulado. Mi trabajo me ha costado, horas enteras dedicadas a la gula no son fácil de tirar por la borda. Así que la buga y yo tuvimos una ardua discusión –ayudadas por mi psicólogo de cabecera- y llegamos a una tregua. Ni yo iba a exponer mi salud para darle gusto, ni ella seguiría fregando con que parezco vaca.
Así que mejor nos enfocamos a buscar ropa adecuada a nuestra fisonomía… lo cual resultó desastroso.
-Eres primavera, esos colores no te quedan- me dijo en una ocasión, y yo con cara de ¡¡¿Eh?!! (*_o ¿me podría repetir la pregunta?) no entendía a qué se refería.
-Quiere decir que los colores cafés no te quedan. Debes buscar un azul o rosa pastel o colores más claros para que resalten el color de tu piel.
Y ahí estoy buscando colores “primavera” para una vestimenta adecuada. A mí me gustan los colores azules –oscuros y claros-, morados y lilas, café claro, beige o caqui. A la buga le gustan las joterías como azul cielo, verde agua, rosa pastel o lila. Así que de común acuerdo, decidimos que el vestido o falda fuera de color lila.
Largas horas caminamos por toda la ciudad recorriendo tiendas y más tiendas buscando un vestido corte imperial –creo que se llama así- lila, o en su defecto, una falda y una blusa del mismo color. No tuvimos suerte.
Nada apretado para ese día, le dije a la buga y a mi mujer. A la buga no le pareció, pero a mi mujer le encantó la idea, así que decidimos elegir un estilo medio hippie-hindú con colores claros.
Todo ese desmadre para que acabara comprando una falda azul con blusa blanca porque jamás hubo ropa color lila. Me lleva la chin...
Trauma 4:
Cuando por fin encontramos la vestimenta que queríamos, sólo quedaba un problema: los zapatos. Si por mí fuera, acudiría en tennis para la unión, pero no es apropiado, así que había que buscar el calzado adecuado. Tenía que considerar que mi pie es pequeño y ancho, de “tamal” para que me entiendan.
Los zapatos para mujer tienen un inconveniente devastador: si son bonitos, no son cómodos, y viceversa. Entre mis antiguas joterías rezagadas en casa de mis padres encontré unas zapatillas abiertas color lila de tacón del 9, bien femeninas y bien bugas. Después mi suegra me regaló otras muy parecidas color plateado. Pues ambos pares se ven muy bonitos en mis pies, pero si doy más de dos pasos corro el riesgo de dejar impreso mi rostro en el suelo. Carajo, no sé caminar con esos pinches zapatos, necesito ir haciendo tierra con la pared o del brazo de algún alma caritativa que cuide que no vaya a irme de bruces.
-Aprende a caminar, sin miedo- me decía la buga- recuerda, espalda erguida y paso seguro, talón-punta, talón-punta.
Suena muy fácil, pero cuesta trabajo. Caminaba como pollo espinado y mis tobillos sufrieron algunas torceduras. Ya desde hace años un ortopedista me dijo que no puedo usar tacones por el arco tan pronunciado de la planta de mi pie. Herencia de mi papá. Así que de nuevo tuve que negociar con la buga.
-Sólo van a ser unas horas- me decía- la belleza cuesta
-¿Y a mi qué me importa que cueste? Quiero algo cómodo, aunque no se vea bien.
Uno de los traumas impuestos por mi santa madre desde mi más tierna infancia, es justamente el visitar miles de zapaterías. Para la buga eso es fascinante, para mí que soy lesbiana, resulta frustrante.
Y hasta la fecha no hemos encontrado un par de zapatos que sean cómodos y no se vean tan mal…
Trauma 5:
Una de las ventajas del pelo corto es que no tengo que pasar la mitad de mi existencia peleando contra mi propia cabellera. Hace más de un año que me lo corté y ahorita ya está un poco crecido, como al hombro. Mi idea original era hacerme una coleta hacia atrás y todo relamido con tres kilos de gel encima para que el viento no me desacomodara ni un pelo. Nuevamente la buga estuvo en desacuerdo, como mi corte está en capas, sugirió que fuera de cabello suelto peinado con las puntas hacia afuera y que me pintara de castaño claro para que resalte más mi tono de piel. Accedí a eso, después de todo un cambio no me vendría tan mal y no sonaba tan complicado. Fue la primera situación en que la buga y yo estuvimos de acuerdo y no salimos de la greña.
El maquillaje, el bendito maquillaje. La verdad es que no sé pintarme la cara, las pocas veces que lo he hecho parezco payaso, así que la buga me mostró la Biblia de toda mujer heterosexual –es decir, una revista Cosmopolitan- y buscar consejos ahí. Después de leer mi horóscopo sexual para el 2008, las 10 cosas que hacen feliz a tu hombre en la cama, y la mejor manera de alcanzar múltiples orgasmos, decidí buscar información en otro lado.
En alguna parte escuché –no recuerdo dónde- que si el evento es en la noche, entonces es válido utilizar maquillaje brillante y vestimenta con lentejuelas o cosas parecidas. Aprendí la diferencia básica: si utilizas cosas brillantes en el día, eres naca, si las utilizas en la noche, entonces eres elegante… qué complicadas son las mujeres. Y tuve que comprar maquillaje para la ocasión porque en mis cosas de uso personal, no existía eso.
El reverso de la tortilla: una pequeña reflexión
Después de todos los trastornos que la buga me causó, volví a encerrarla en el clóset bajo siete llaves, candado y chapa de seguridad. No volverá a salir. Por lo menos no en mucho tiempo.
Ser lesbiana es mucho más sencillo que ser heterosexual, al menos para mí. No debo preocuparme por trivialidades como la ropa, los kilos que tengo o no tengo de más, no tengo que ocultar las imperfecciones de mi rostro con toneladas de maquillaje que después deberé remover con espátula y aguarrás, no estoy de malas todo el día sólo porque los zapatos me lastiman, no tengo que competir con otras mujeres por ver quién se arregla mejor, no tengo que “disfrazarme” para atraer a un hombre, ni nada de eso.
En esta ocasión tuve que sacar mi lado buga para lo de la unión. No me arrepiento, quería romper un poco con ese estereotipo de que una de nosotras se vista de hombre y otra de mujer, o ambas de hombre –una de nuestras amigas quería que fuéramos de frac- finalmente las dos somos mujeres y quería que se viera de esa manera. Claro, desde mi perspectiva lesbiana todo se veía muy sencillo; desde mi perspectiva buga, resultó más complicado de lo que pensaba.
Soy "una verdadera lesbiana, desde la L hasta la A"–utilizando la finísima expresión de Hugo Chávez, pero con otras palabras- y el traje de buga no me queda ni por error. Yo no soy totalmente palacio, soy totalmente Maseca.
Una vez más comprobé que debo ser extraterrestre. Si las mujeres son de Venus y los hombres son de Marte, las lesbianas ¿de dónde somos?