2 de noviembre de 2008

Muerte ridícula



[...] Nadie piensa nunca que nadie vaya a morir en el momento más inadecuado a pesar de que eso sucede todo el tiempo, y creemos que nadie que no esté previsto habrá de morir junto a nosotros. Muchas veces se ocultan los hechos o las circunstancias: a los vivos y al que se muere -si tiene tiempo de darse cuenta- les avergüenza a menudo la forma de la muerte posible y sus apariencias, también la causa. Una indigestión de marisco, un cigarrillo encendido al entrar en el sueño que prende las sábanas, o peor aún, la lana de una manta; un resbalón en la ducha -la nuca- y el pestillo echado del cuarto de baño, un rayo que parte un árbol de una gran avenida y ese árbol que al caer aplasta o siega la cabeza de un transeúnte, quizá un extranjero; morir en calcetines, o en la peluquería con un gran babero, en un prostíbulo o en el dentista; o comiendo pescado y atravesado por una espina, morir atragantado como los niños cuya madre no está para meterles un dedo y salvarlos; morir a medio afeitar, con una mejilla llena de espuma, la barba ya desigual hasta el fin de los tiempos si nadie repara en ello y por piedad estética termina el trabajo; por no mencionar los momentos más innobles de la existencia, los más recónditos, de los que nunca se habla fuera de la adolescencia porque fuera de ella no hay pretexto, aunque también hay quienes los airean por hacer una gracia que jamás tiene gracia. Pero esa es una muerte horrible, se dice de algunas muertes; pero esa es una muerte ridícula, se dice también, entre carcajadas. Las carcajadas viene porque se habla de un enemigo por fin extinto o de alguien remoto, alguien que nos hizo afrenta o que habita en el pasado desde hace mucho, un emperador romano, un tatarabuelo, o bien alguien poderoso en cuya muerte grotesca se ve sólo la justicia aún vital, aún humana, que en el fondo desearíamos para todo el mundo, incluidos nosotros. Cómo me alegro de esa muerte, cómo la lamento, cómo la celebro. A veces basta para la hilaridad que el muerto sea alguien desconocido, de cuya desgracia inevitablemente risible leemos en los periódicos, pobrecillo, se dice entre risas, la muerte como representación o como espectáculo del que se da noticia, las historias que se cuentan o leen o escuchan percibidas como teatro, hay siempre un grado de irrealidad en aquello de lo que nos enteran, como si nada pasara nunca del todo, ni siquiera lo que nos pasa y no olvidamos [...]

(fragmento de "Mañana en la batalla piensa en mí" de Javier Marías)





Grabados de Guadalupe Posada

5 comentarios:

josef dijo...

Hablando de muertes grotescas te contaré una que aconteció hace poco en una localidad del norte de España. Llovió mucho en Orense una noche, ciudad de poca población de Galicia, y a la mañana siguiente en las cercanías del río encontraron el cadaver unido al de una gallina. Por lo visto se hallaba en una covacha practicando la zoofilia (pobre desesperado yo nunca he llegado a esos límites!!!! jejeje) cuando hubo un desprendimiento y allí quedaron macho y gallina, unidos en muerte grotesca y burlesca. Y ahora no te rías demasiado pobre hombre. ¿Imaginas lo que quedó inscrito en la lápida? Yo no pero no quiero siquiera imaginar JuasJuasjuas. Un beso chilango Lola.

Blas Torillo Photography dijo...

Ha de ser bonito morir leyendo un libro que nos guste... ¿no crees?

O un blog.

Besos.

Anónimo dijo...

Me sumerges en esa profunda oscuridad que es la muerte y que he vivido muy de cerca con la partida terrenal de mi padre el 31 de mayo. Ppr ello, vibremos con el presente.

Besitos con aires de libertad!

Miguel Ángel Osorio Hernández dijo...

Morir, dormir, no mas, soñar ¿Y què podemos soñar? Tu entrada me recordò a la vez que en cierta obra de teatro interpreté a GUadalupe Posada, es algo de Arguelles, Ta buena ahi por si la quieres leer "Nuestra SEñora del Hueso Calaca"

SAludines

Gnóstica dijo...

Está genial, genialísimo, siempre que leo tus posts me quedo así "Glups". Siempre me nutres y eso para mi es un deleite, gracias Lola y sigue satisfaciéndonos, un besote