5 de mayo de 2011

Mi primer diario




Al estar leyendo mis viejos diarios me he dado cuenta de que, si algún día pierdo la memoria, estas libretas no me van a servir de mucho… están hechas un desmadre, como todo en mi vida. Tengo tres pésimos hábitos que complican las cosas: suelo escribir varias libretas a la vez, nunca especifico si lo escrito es real o una idea al vuelo que se me ocurrió y, el peor de todos, jamás pongo fechas.

Entre los diarios que aún conservo, tengo uno de portada muy infantil (algo cursi diría yo) que una amiga de hace muchísimos años me regaló en un cumpleaños. Fue hace dos décadas, mi amiga y yo éramos muy unidas, pero ella tuvo que salirse de la escuela al año siguiente. No tenía teléfono local y en esos tiempos el celular e internet todavía no eran muy comunes, por lo que perdimos contacto.

Ese diario no lo comencé de inmediato, de hecho lo conservé intacto durante un par de años porque sentía que era un regalo muy especial y no quería arruinarlo escribiendo cosas superfluas y huecas. A pesar de todo, la sola presencia de esa libreta en mi vida, me clavó la espinita de querer escribir.

Y en ese momento surgió mi sueño: convertirme en escritora algún día.

Si en un inicio pretendía que las palabras que mi primer diario albergara fueran perfectas y profundas, después comprendí que esa perfección jamás la alcanzaría y que mi necesidad era más sencilla: escribir simplemente para no caer al abismo. Tardé mucho en terminar ese diario, varios años de hecho, y no quedaron plasmadas las palabras perfectas que quería en un inicio, sin embargo me dio una perspectiva diferente de vida.

Después vino la segunda libreta, luego la tercera, luego la cuarta, y así sucesivamente. Adquirí la costumbre de escribir varios cuadernos a la vez, así como el de coleccionar libretas en blanco que posteriormente llenaba o guardaba con la esperanza de llenar algún día con mis palabras.

Y hasta la fecha sigo haciéndolo ya que mis palabras son lo único que me queda.

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