Finalmente, cuando esa opresión que sentía por dentro como si estrujaran su corazón muy fuerte, se volvió intolerable, tuvo que sentarse en la silla de una mesa al aire libre para no caer. Tenía ganas de llorar pero no podía hacerlo en la calle.
-¿Le ofrezco algo, señorita?- preguntó el mesero
La pregunta la había tomado por sorpresa. Fue entonces cuando se percató de que estaba en los lugares exteriores para los clientes de una cafetería.
-Un café, por favor.
Ella esperaba un café americano normal, pero el mesero regresó con un capuchino en una taza transparente que rebosaba de espuma blanca.
Con una cucharita, muy despacio, comenzó a quitar un poco de esa espuma para colocarla en su boca. Lo hizo repetidas veces hasta que terminó. Disfrutaba de la sensación que le producia el deshacer suavemente entre la lengua y el paladar las pequeñas burbujas de aire que le daban consistencia a esa leche espumada.
Y se sintió mejor
Desde entonces ese ha sido uno de los pequeños placeres en su vida. En un inicio sólo lo hacía para sentirse mejor cuando estaba triste, pero después comenzó a hacerlo sólo por placer.
15 de noviembre de 2011
La espuma del capuchino
Temas cosas que amo, insomnio
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